Darwin, un hombre para su época

Aunque las dudas lo atormentaban, las ideas de Darwin aparecían en un momento muy oportuno para él. El impacto de la revolución francesa y el derrocamiento de muchas monarquías y potencias eclesiásticas europeas afectaban profundamente ese período de la historia. En su autobiografía Darwin escribió: “No hay nada más notable que el avance del escepticismo o del racionalismo en la segunda mitad de mi vida”. Él pudo aprovechar los revolucionarios vientos políticos y sociales que soplaban a su favor.

La era del positivismo había llegado, prometiendo que la ciencia conduciría al mundo a una época de constante progreso científico y material, y que por fin contestaría todos los interrogantes humanos y resolvería sus problemas sin la ayuda de la religión. También fue un tiempo en que las iglesias británicas eran consideradas por muchos radicales como corruptas y obsoletas.

Darwin propuso una teoría que básicamente reemplazaba al Dios creador; según ella, sólo se requerían mecanismos físicos e indirectos tales como la selección natural y la adaptación para llevar a cabo la obra creadora. Desmond y Moore afirman: “Su concepto ya no era el de un mundo sostenido personalmente por un Dios aristocrático, sino de un mundo creado por sí solo. Desde los equinodermos [criaturas marinas tales como las estrellas de mar] hasta los ciudadanos ingleses, todos habían surgido como resultado de una redistribución legítima de la materia viviente, en respuesta a un ambiente geológico que cambiaba ordenadamente” (p. 237).

Cabe mencionar que en las ediciones posteriores de El origen de las especies Darwin agregó el término “Creador” en algunos lugares y en su conclusión. Afirmó: “En esta perspectiva de la vida, con todos sus poderes, existe una grandiosidad que debe haber sido inspirada originalmente por el Creador en unas cuantas formas [de vida] o en una sola”. Sin embargo, más tarde confesó a sus enfurecidos colegas que había hecho dichos comentarios acerca de una evolución teísta o deísta solamente para apaciguar los sentimientos de su esposa y del público cristiano.

Aun así, Darwin confesó su vacilación frente a sus propias ideas, por lo que se declaró agnóstico. En una carta fechada en 1879 escribió: “Yo nunca he sido un ateo en el sentido de rechazar la existencia de un Dios . . . El término ‘agnóstico’ describe más acertadamente mi pensamiento” (carta de Darwin a J. Fordyce, publicada por éste en Aspects of Scepticism [“Facetas del escepticismo”], 1883).

Aunque las dudas lo atormentaban, las ideas de Darwin aparecían en un momento muy oportuno para él. El impacto de la revolución francesa y el derrocamiento de muchas monarquías y potencias eclesiásticas europeas afectaban profundamente ese período de la historia. En su autobiografía Darwin escribió: “No hay nada más notable que el avance del escepticismo o del racionalismo en la segunda mitad de mi vida”. Él pudo aprovechar los revolucionarios vientos políticos y sociales que soplaban a su favor.

La era del positivismo había llegado, prometiendo que la ciencia conduciría al mundo a una época de constante progreso científico y material, y que por fin contestaría todos los interrogantes humanos y resolvería sus problemas sin la ayuda de la religión. También fue un tiempo en que las iglesias británicas eran consideradas por muchos radicales como corruptas y obsoletas.

Darwin propuso una teoría que básicamente reemplazaba al Dios creador; según ella, sólo se requerían mecanismos físicos e indirectos tales como la selección natural y la adaptación para llevar a cabo la obra creadora. Desmond y Moore afirman: “Su concepto ya no era el de un mundo sostenido personalmente por un Dios aristocrático, sino de un mundo creado por sí solo. Desde los equinodermos [criaturas marinas tales como las estrellas de mar] hasta los ciudadanos ingleses, todos habían surgido como resultado de una redistribución legítima de la materia viviente, en respuesta a un ambiente geológico que cambiaba ordenadamente” (p. 237).

Cabe mencionar que en las ediciones posteriores de El origen de las especies Darwin agregó el término “Creador” en algunos lugares y en su conclusión. Afirmó: “En esta perspectiva de la vida, con todos sus poderes, existe una grandiosidad que debe haber sido inspirada originalmente por el Creador en unas cuantas formas [de vida] o en una sola”. Sin embargo, más tarde confesó a sus enfurecidos colegas que había hecho dichos comentarios acerca de una evolución teísta o deísta solamente para apaciguar los sentimientos de su esposa y del público cristiano.

Aun así, Darwin confesó su vacilación frente a sus propias ideas, por lo que se declaró agnóstico. En una carta fechada en 1879 escribió: “Yo nunca he sido un ateo en el sentido de rechazar la existencia de un Dios . . . El término ‘agnóstico’ describe más acertadamente mi pensamiento” (carta de Darwin a J. Fordyce, publicada por éste en Aspects of Scepticism [“Facetas del escepticismo”], 1883).

http://www.darwinisme.org/

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